Esta mañana tu cónyuge (tu madre o tu hijo) se disgustó contigo por que dijiste algo que le molestó enormemente. A tu jefe o cliente más importante no le gustó el proyecto que le entregaste. A dos calles mataron a dos personas y el tráfico está pesadísimo para llegar a tu casa. Tu vecina provocó un revuelo en la privada o edificio donde vives. La verdad es que sientes que las cosas te han salido mal desde que te levantaste, y piensas que mejor hubiera sido quedarte en la cama. Te dices: “¡Que día tan terrible.”
Estos incidentes en la vida nos ayudan a aprender algo más de la vida y de uno mismo. ¿Cómo reaccionas ante el aparente “fracaso”? ¿Te acongojas? ¿Te deprimes? ¿Te lo tomas personal? O, ¿lo sueltas y devuelves la responsabilidad de las acciones y emociones a cada uno de los involucrados? Y ¿qué haces cuando sucede algo que está fuera de tu alcance solucionar?
Las emociones pertenecen a las personas que las sienten. Nadie puede hacernos enojar si no queremos enojarnos, por lo que no podemos culpar a los demás de nuestra ira o tristeza. Comprarse la culpa sin haber realmente provocado una situación de manera propositiva, es un error o hábito destructivo. Es conveniente devolver a los demás la responsabilidad de sus emociones y su necesidad de culpar a alguien más de éstas. Tu no eres culpable de que tu hijo o jefe se enojen. Cada quien es responsable de lo que siente y piensa, y nadie más.
Recibir una negativa podría hacernos sentir inseguros de nuestras capacidades, sin embargo, nuestra autoestima no debía depender de la aprobación o reconocimiento de los demás. El perfeccionismo es un verdugo que nos tortura cada vez que pensamos que cometimos un error. No eres perfecto, no pasa nada si te equivocaste. Tu jefe, tu esposo, tu madre, tu hijo no son perfectos, aunque tal vez ya lo olvidaron. Los seres humanos cometemos errores todos los días. Desgraciadamente, nuestra civilización nos enseñó a enjuiciar y a condenar ante lo que se ha calificado como un error. Aprendemos por ensayo y error, es decir, probamos, vemos el resultado y si reflexionamos acerca de él, aprendemos. Si bien podemos esmerarnos en la calidad de nuestra actuación y trabajo, no implica que todo saldrá bien. Nadie es perfecto. Al parecer el mundo es cada vez más hostil por que sus habitantes muestran cada vez más crueldad en sus juicios ante las debilidades y equivocaciones de los demás. Esto ha provocado que las personas se sienten muy mal y se culpen cuando algo no salió “perfecto.” Esperar o exigir que alguien sea perfecto cuando no se es perfecto es disfuncional. El 10 en la vida no existe. Una cosa es obtener 10 en la escuela, y otra es desear sacar 10 en nuestra vida como ser humano. Ello conduce a un exceso de autoexigencia, fatiga emocional y a sentimientos de inadecuación muy severos que provocan una disminución en la autoestima.
Cuando recordamos que no somos perfectos, que nadie es perfecto en este mundo y recordamos quienes somos, dejamos de exigirnos como si fuésemos perfectos. Entonces podremos aceptar el rechazo de otra persona sin desplomarnos. Tal vez nos sintamos desconcertados por lo que soltar, olvidar y pensar en otra cosa es muy útil. Si se trata de una situación que necesitaremos enfrentar más adelante, podremos abordarla de maneras más objetivas. Podemos pedir retroalimentación para mejorar nuestro trabajo o actuación, si es que la situación lo amerita. En ocasiones, la opinión de nuestros vecinos no es relevante, ayuda el ignorarla y continuar con nuestra vida sin más ni más. No vale la pena pensar más en ello.
La resiliencia es la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a los contratiempos, el estrés o las pérdidas que sufrimos, que nos impele a recuperar el entusiasmo y actitud positiva ante los reveses de la vida. Recuerda en esos momentos que posees la fortaleza, las habilidades y cualidades que han hecho que estés donde ahora estás, incluyendo tus aciertos y logros. No olvides quien eres ni tus capacidades. Eres un ser único con talentos innatos y un potencial ilimitado para lograr tus metas y hacer realidad tus sueños. Confía en ti.
Estos incidentes en la vida nos ayudan a aprender algo más de la vida y de uno mismo. ¿Cómo reaccionas ante el aparente “fracaso”? ¿Te acongojas? ¿Te deprimes? ¿Te lo tomas personal? O, ¿lo sueltas y devuelves la responsabilidad de las acciones y emociones a cada uno de los involucrados? Y ¿qué haces cuando sucede algo que está fuera de tu alcance solucionar?
Las emociones pertenecen a las personas que las sienten. Nadie puede hacernos enojar si no queremos enojarnos, por lo que no podemos culpar a los demás de nuestra ira o tristeza. Comprarse la culpa sin haber realmente provocado una situación de manera propositiva, es un error o hábito destructivo. Es conveniente devolver a los demás la responsabilidad de sus emociones y su necesidad de culpar a alguien más de éstas. Tu no eres culpable de que tu hijo o jefe se enojen. Cada quien es responsable de lo que siente y piensa, y nadie más.
Recibir una negativa podría hacernos sentir inseguros de nuestras capacidades, sin embargo, nuestra autoestima no debía depender de la aprobación o reconocimiento de los demás. El perfeccionismo es un verdugo que nos tortura cada vez que pensamos que cometimos un error. No eres perfecto, no pasa nada si te equivocaste. Tu jefe, tu esposo, tu madre, tu hijo no son perfectos, aunque tal vez ya lo olvidaron. Los seres humanos cometemos errores todos los días. Desgraciadamente, nuestra civilización nos enseñó a enjuiciar y a condenar ante lo que se ha calificado como un error. Aprendemos por ensayo y error, es decir, probamos, vemos el resultado y si reflexionamos acerca de él, aprendemos. Si bien podemos esmerarnos en la calidad de nuestra actuación y trabajo, no implica que todo saldrá bien. Nadie es perfecto. Al parecer el mundo es cada vez más hostil por que sus habitantes muestran cada vez más crueldad en sus juicios ante las debilidades y equivocaciones de los demás. Esto ha provocado que las personas se sienten muy mal y se culpen cuando algo no salió “perfecto.” Esperar o exigir que alguien sea perfecto cuando no se es perfecto es disfuncional. El 10 en la vida no existe. Una cosa es obtener 10 en la escuela, y otra es desear sacar 10 en nuestra vida como ser humano. Ello conduce a un exceso de autoexigencia, fatiga emocional y a sentimientos de inadecuación muy severos que provocan una disminución en la autoestima.
Cuando recordamos que no somos perfectos, que nadie es perfecto en este mundo y recordamos quienes somos, dejamos de exigirnos como si fuésemos perfectos. Entonces podremos aceptar el rechazo de otra persona sin desplomarnos. Tal vez nos sintamos desconcertados por lo que soltar, olvidar y pensar en otra cosa es muy útil. Si se trata de una situación que necesitaremos enfrentar más adelante, podremos abordarla de maneras más objetivas. Podemos pedir retroalimentación para mejorar nuestro trabajo o actuación, si es que la situación lo amerita. En ocasiones, la opinión de nuestros vecinos no es relevante, ayuda el ignorarla y continuar con nuestra vida sin más ni más. No vale la pena pensar más en ello.
La resiliencia es la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a los contratiempos, el estrés o las pérdidas que sufrimos, que nos impele a recuperar el entusiasmo y actitud positiva ante los reveses de la vida. Recuerda en esos momentos que posees la fortaleza, las habilidades y cualidades que han hecho que estés donde ahora estás, incluyendo tus aciertos y logros. No olvides quien eres ni tus capacidades. Eres un ser único con talentos innatos y un potencial ilimitado para lograr tus metas y hacer realidad tus sueños. Confía en ti.
Derechos Reservados © Bertha García Vasconcelos. Ud. puede compartir este artículo siempre y cuando le de crédito a la autora.
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