Tarde o temprano llega el llamado de realizar nuestra misión. Me refiero a esa misión de vida que tiene que ver con situaciones ni aspectos temporales, sino al sentido de vida. La mayoría de las personas con una situación económica más o menos estable, buscarán realizar la razón de su vida. Conocer exactamente la razón para la cual se está, proporciona un sentido de paz interna, gozo y autorrealización inigualables. Por lo que la misión es la razón de ser, del estar aquí y para qué.
Por otro lado, la vocación es la consecuencia de la misión que posee una persona en particular. La diferencia radica en que la misión está dada y la vocación se elige. Definitivamente están relacionadas entre sí, pero la vocación no es el propósito de la vida. En consecuencia, la vocación representa el medio que tienen las personas para realizar su misión en la vida, la cual es permanente y va más allá de cumplir con las tareas propias del criar hijos, lograr éxito profesional o formarse un patrimonio.
La confusión que prevalece y que es ampliamente difundida al pensar que la vocación y la misión son lo mismo, explica que se sienta una profunda depresión, con sensación de vacío (con mayor frecuencia entre las madres), cuando los hijos se van. Hay madres que se enferman, algunas gravemente, cuando se va el último de los hijos. Inclusive hay otras que nunca llegan a superarlo. Recientemente, se ha encontrado que, debido a que cada vez más mujeres trabajan en la actualidad, presentan menor sensación de vacío al estar mejor preparadas para superar este evento pues han encontrado una vocación que realiza su misión de vida en otros ámbitos, y no necesariamente en el hogar.
El ejercicio de una profesión o de un trabajo tiene que ver más con la vocación que con la misión. ¿Qué sucede cuando el ejecutivo o el médico se retiran definitivamente? ¿Termina su misión en la vida, o simplemente, termina esa vocación? Por otro lado, las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud muestran que el índice de suicidio entre los hombres de mayor edad se ha incrementado, y uno de los factores tiene que ver con la pérdida de su situación económica. Quitarse la vida por dinero no tiene sentido para una persona común, sin embargo, se ha detectado que el retiro o la pérdida involuntaria del empleo con afectación en la economía, especialmente en los hombres, predispone a la depresión. Las adicciones también pueden ser producidas por la falta de sentido de vida; representan formas temporales de anestesiarse para evitar sentir el dolor emocional y así llenar el vacío interno. La codependencia es un mecanismo para llenarse, al enfocar la atención en satisfacer las necesidades de otras personas o para controlarlas, en lugar de centrarse en las propias.
Los efectos de la pérdida de recursos económicos son mucho más severos cuando se desconoce la misión que proporciona el sentido de la vida. Conocer y realizar la misión concientemente brindan la motivación e impulso necesarios para levantarse nuevamente de las caídas en la vida, a fin de encontrar nuevas maneras de generar ingresos.
Son muchas las personas que no están seguras de haber elegido su profesión correctamente, son muchas las que no encuentran el sentido en sus vidas, a pesar de ocupar altos puestos directivos, tener una familia, ser reconocidos, gozar de buena salud y una posición económica solvente. Son muchos que al comprar la casa de sus sueños y lograr el estatus profesional pretendido, sucumben ante la interrogante: ¿Para qué estoy aquí?
Muy pronto, nueva fecha para el curso que le ayudará a descubrir su misión y transformar su vida, de acuerdo a os testimonios de decenas de personas que lo han tomado. Un curso, definitivamente solo para algunas personas.
Copyright @ Bertha García Vasconcelos
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