Por Bertha Vasconcelos No estamos hechos para llorar. Tampoco para enojarnos en exceso. Ni para la ansiedad extrema que acelera el pulso y el ritmo cardíaco. ¿Cómo es esto? Porque después de estas emociones intensas quedamos desgastados. Si tenemos una crisis de llanto, terminamos con los ojos hinchados, manchones rojos en la cara y/o un dolor de cabeza insoportable. La rabia nos deja agotados y con un desagradable “sabor de boca.” El pánico, disfrazado de ansiedad, nos paraliza. No, el ser humano no está hecho para sufrir. Estamos hechos para sentir emociones, pero, no creo que estemos hechos para sufrir. Y si es así, ¿por qué lo hacemos? Nuestras creencias nos conducen al drama. Experimentamos los cambios y pérdidas como si algo o alguien nos fueron arrebatados injustamente por la vida. Todo cambio tiene una razón que no es obvia al principio. Los motivos van cobrando forma con el paso del tiempo. Las pérdidas son ganancias disfrazadas. Al final, si hacemos un recu...