19 de febrero de 2015

LOS DRAMAS DE LOS DEMÁS

Por Bertha Vasconcelos
www.psicologiaycoaching.com


Qué fácil es caer en los dramas de los demás si no estamos conscientes de varias cuestiones. En lo personal, confieso que me ha llevado algunos años de trabajo interior para ya no engancharme con los dramas de mis vecinos, amigos, familiares y desconocidos. 



Las personas creamos dramas constantemente, producto de la historia o discurso que ha dominado nuestra vida. Este discurso hace que nos compremos etiquetas auto impuestas o regaladas generosamente por algunos miembros de la familia, seguramente desde nuestra tierna infancia. Así vamos adoptando creencias que vivimos como reales y que irremediablemente permean nuestra actitud, guiando nuestro proceder y decisiones.  

Pongamos un ejemplo. Si una persona es o ha sido víctima de cualquier tipo de violencia durante su infancia, formará creencias que se arraigarán en sus entrañas, así que ella funcionará, ya sea como víctima que perdió su poder personal o bien como sobreviviente que ha recuperado ese poder. ¿De qué depende? De su propia elección. La persona que permanece en un estado de victimización, no importa cuales hayan sido las experiencias traumáticas que vivió durante su infancia o adolescencia, indica que no las ha traído a la consciencia, ni ha elaborado sus duelos, así como tampoco ha enfrentado ni aceptado su pasado que le permita hacer paz y reconciliarse con la situación que fue su vida, tal como fue. Continúa recordando todas las faltas de afecto de sus padres, y minimizan o eliminan por completo todos los aspectos positivos de su crianza. Vive en una eterna telenovela de sufrimiento e injusticia, en un vaivén de reclamos y deseos por ser exitoso.    

Quedarse en el drama hace que las personas actúen de igual manera una y otra vez. De forma automática, huyen, evitan, pelean o están a la defensiva, especialmente con las personas que son su espejo. Pero cuando alguien representa y cae en sus propios dramas, habrá personas que se enganchen y otras no. ¿En qué radica la diferencia? No engancharse es separarse de la situación como viéndola desde lejos lo que facilita no involucrarse emocionalmente. Es como ver a los toros desde las gradas.

De sentir malestar, es preciso reconocer que el  malestar lo debía sentir la persona que dramatizó, no los demás. Los arrebatos pertenecen al que los despliega. No es justo ni sano el deseo enfermizo de arrastrar a las demás personas con sus impulsos desbordados y explosiones. Los dramas manipulan, por lo que los actos públicos tienen fines manipulatorios.

Cuando no queramos engancharnos con los dramas de los demás podemos elegir decirnos a nosotros mismos: “Este no es mi problema.” Representa una manera segura de protegernos de la manipulación de los dramas y berrinches de otros.

Preguntarse: “¿Es o no es mi problema?” es especialmente útil cuando tratamos con personas que se muestran iracundas, impulsivas, obsesivas, caprichosas, obstinadas, manipuladoras, berrinchudas, misteriosas, convenencieras, groseras. o aquellas que exageran, magnifican y dramatizan los sucesos, por lo que tienden a crear conflictos.

Es delicado decidir intervenir o no. ¿Hasta dónde o cuando es prudente interferir en la decisión de los demás de dramatizar? Pero, sin permitir que nos arrastren o arrastren a menores de edad. Entonces pregúntate: ¿Me afecta directamente? Entonces podemos esperar a que la persona salga del drama, de la actuación automática irracional y esté dispuesta a conversar pacífica y racionalmente.

Solamente es nuestro problema cuando es nuestra responsabilidad. Pero, definitivamente los dramas de los demás no son nuestro problema. Cada persona tiene derecho a patalear y crearse su infelicidad, pero ese, no es nuestro problema. Hasta que no salen de sus berrinches, podremos dialogar y negociar (si es que salen de ellos). Porque durante el drama, nada racional puede entrar en su mente en ese momento, solo instinto y hormona.
 
Lo peor de los dramas de los adultos, es que contaminamos a los niños. Así les enseñamos generación tras generación. ¿Hasta dónde deseamos que esto perdure? Si un menor es víctima del drama de un adulto, me temo que es nuestro deber hacérselo ver, e inclusive, parar el drama que arrasa con los sentimientos puros de los niños. 

Cuando tu ser querido hace un drama, respétalo y permite que siga su proceso sin engancharte, pero sin comprometer tu bienestar. Repite mentalmente “ese no es mi problema,” sin cinismo, ironía ni burla, sin juzgar ni satanizar, con extremo respeto por los demás. Con la misma compasión y comprensión que desearías para ti mismo, porque tu también, en ocasiones, has caído y caerás en dramas. Y cuando eso suceda, estoy segura que desearás que las personas hagan lo mismo. Perdonar, porque la naturaleza del ego nos sorprende de vez en cuando y asoma la sombra de todos. Como decía Carl Jung, en esta vida nadie se salva. Digan lo que digan, nadie es perfecto ni hay familia perfecta. Al menos no es así en este planeta.

Cada quien elige la  vida que desea para sí mismo. Podemos tomar la decisión de elegir lo que nos trae mayor paz sin claudicar, sin evadirnos, sin renunciar a nuestros ideales o traicionar nuestros valores. Todos hemos caído en nuestros propios dramas, lo importante es dejar de actuar igual ante la misma situación.

Yo elijo. ¿Quiero ser víctima que perdió su poder personal o el sobreviviente que ha recuperado su poder? 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimada Bertha, como siempre un placer leer lo que escribes. Saludos un abrazo.