Por Bertha Vasconcelos
Cuando menos te lo esperas, una persona amiga, colega o conocida te dice algo que va más allá de lo esperado. Definitivamente ha sido agresiva u ofensiva, sin embargo, ella pensó que fue "honesta", se sintió con el derecho de enjuiciarte. O tal vez, descargó en ti su frustración o amargura. Hoy en día las personas están olvidando que, tanto relacionarse como el comunicarse con los demás de manera apropiada, implica respetar sus derechos tanto como los tuyos.
¿Qué está sucediendo que las personas están atropellando a otras sin siquiera chistar? Parece que está de moda tener poca tolerancia a las creencias, características, conocimiento, género, vulnerabilidad, sentimientos u opiniones de los demás. Todos quieren un mundo en paz, sin guerras y sin violencia, y ellos mismos son violentos con los demás. ¿Será porque creemos que la violencia es solo física? No lo es. Cualquier conducta, acción o comentario intencionales que descalifiquen a otra persona, hacia cualquier parte de ésta, ya sea interna o externa, hacia alguno de sus atributos o formas de pensar, es agresión, por lo tanto, violencia emocional. Burlarse, humillar, ser agresivo u hostil, hacer comentarios denigrantes o que degraden, ridiculicen, amenazar, mostrar falta de respeto hacia las demás personas con el propósito de reducir su autoestima (aunque lo haga para ella misma sentirse mejor), son formas de violencia psicológica.
Mientras los seres humanos continúen demostrando intolerancia hacia otras personas, conocidas o desconocidas, la violencia continuará en nuestro mundo, porque ésta es el reflejo y resultado de la agresividad que albergamos en nuestro interior. El prejuicio, la inflexibilidad, la amargura, el resentimiento, rigidez o la estrechez de la mente, son solamente algunos ejemplos de las características que nos pueden convertir en personas intolerantes.
La próxima vez que alguien se muestre intolerante hacia ti, no lo tomes personal, no cometas el mismo error al perpetuar una guerra simbólica entre seres humanos solo porque el otro no piensa igual que tu. Sabe dentro de ti, que esa misma intolerancia que ha mostrado esa persona hacia ti, la siente en grado multiplicado hacia ella misma. Más que sentirte ofendido, siente compasión por esa persona que alberga tanto odio o rencor en su corazón, porque ella tarde o temprano cosechará lo que lanza al exterior. Su intolerancia y autoexigencia es proyectada hacia los demás como un proyectil que tarde o temprano regresará a perseguirla. Nada queda impune, tarde o temprano todos cosecharemos lo que hemos hecho y dicho a lo largo de nuestras vidas. Mientras más flexible eres contigo mismo, serás más tolerante con los demás, y ello te aleja del perfeccionismo y expectativas poco realistas, como esperar que los demás piensen, sientan o actúen como tu quieres.
Así que sería mejor olvidar y soltar, compadecer a tu agresor y buscar ambientes más sanos y relaciones más positivas. En estos tiempos necesitamos rodearnos de la mayor armonía y bienestar. Esas personas a la larga se quedarán solas, muy solas, y si tu no caes en la trampa de responder reactivamente, disfrutarás la recompensa del ser tolerante.
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