Por Bertha Vasconcelos
La vida es como es… no como queremos
que sea. Muchas veces hemos leído y escuchado esta frase, pero, ¿realmente
comprendemos su profundo significado? Últimamente he escuchado a mi madre decir
con frecuencia: “Nosotros nos adaptamos a la vida, no la vida a nosotros.”
Cuánta razón tiene, los años nos dan sabiduría si aprendemos de nuestras
experiencias.
La vida nos lleva por caminos que no queríamos o temíamos, y he ahí, ahora estamos en ese futuro que nos atemorizaba o en un presente que parece no cambiar desde el pasado.
La vida nos lleva por caminos que no queríamos o temíamos, y he ahí, ahora estamos en ese futuro que nos atemorizaba o en un presente que parece no cambiar desde el pasado.
En mi trabajo personal y
profesional, cuando se trata de mejorar la economía, las relaciones
interpersonales o el bienestar emocional, indudablemente surgen a la superficie
las creencias erróneas que hacen que interpretemos el mundo desde nuestra muy
particular individualidad. Estas son fácilmente reconocibles por el despliegue
elocuente de nuestras distorsiones del pensamiento preferidas:
1.
Adivinar el futuro más obscuro que podamos
imaginar.
2.
Leer la mente perversa de las personas.
3.
Creer que los demás nos deben un trato especial
que fomenta la actitud de sentirse víctima.
4.
El perfeccionismo tirano que alimenta nuestras compulsiones
y obsesividad.
5. El todo o nada que danza con la evitación en una
parodia que enfatiza el decirse “si no puedo tenerlo todo mejor no tengo nada.”
Mantenemos una lucha
incansable contra la vida todos los días. Esa lucha inútil que equivale al querer “controlar” todo.
“Control” es la palabra que describe esa obsesión de pensar que las personas, cosas y sucesos sean como nosotros queremos. Codependencia
y controlar son casi sinónimos en una sociedad absurda, que ha favorecido la violencia y el estrés abrumador. No es de extrañar la epidemia de depresión pronosticada para 2020. Y, ¿qué hay de la ansiedad y ataques de pánico que también empiezan a ser epidemia?
Dentro de nuestra cultura del
narcisismo, brilla una chispa de esperanza y crece como una pequeña planta en
un terreno desértico, una nueva cultura que persigue nuevos valores de equidad,
de ser más humanos, de proteger el ambiente, de erradicar lo que ya vimos que
no funcionó, como la corrupción, la violencia o las adicciones que asesinan
lentamente a nuestros jóvenes y ahora a los niños también. Se acaba la
individualidad narcisista, donde Yo-Yo se convierte en Yo-Nosotros. Si el 75%
de la población mundial tiene hambre no importaba. La humanidad permitió que la ira llegara a sus últimas consecuencias en incontables contextos. Por muchos años, no sentimos, por muchos años poco importaron los demás. Fuimos indiferentes ante el
genocidio. La violencia de género, la pornografía infantil y la trata de personas cobran víctimas diariamente lo que vemos reflejado en cifras alarmantes en incremento, pero que ahora
si nos conmueven. ¿Hemos evolucionado?
¿Podemos sentir y manejar nuestras emociones? Esto se convierte en una necesidad indispensable en una sociedad decadente para que pueda surgir la civilización que está luchando para mejorar las cosas, simplemente con nuestro comportamiento. Podemos ser ejemplo, en la familia, en las generaciones futuras. Podemos ayudar simplemente con el SER UNO MISMO.
¿Podemos sentir y manejar nuestras emociones? Esto se convierte en una necesidad indispensable en una sociedad decadente para que pueda surgir la civilización que está luchando para mejorar las cosas, simplemente con nuestro comportamiento. Podemos ser ejemplo, en la familia, en las generaciones futuras. Podemos ayudar simplemente con el SER UNO MISMO.
Y aun así, en este mundo que
parece inhumano, la mejor actitud es aceptar que la vida es como es, que las
personas que amamos son como son, que somos como somos, porque al aceptar nuestra propia sombra y la de los demás pierde su fuerza que nos impide ser felices al ser iluminada por nuestro mejor YO. Dejar de luchar contra nosotros mismos brinda paz interior que se irradia alrededor. Entonces elijo mirar hacia lo único que puedo controlar: Yo mismo.
Mi sabio padre me decía en sus últimos meses de vida: "Así es la vida y la vida es así." Le agradezco infinitamente por ser quien fue y todo lo que me dio para que yo fuera una mejor persona siempre. Que descanse en paz.
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