4 de agosto de 2022

EL NECESARIO PROCESO DE DUELO

Bertha Vasconcelos

 

Foto de RODNAE Productions

Por más que quisiera no puedo evitar sentir el duelo. Y es que nadie, si quiere mantenerse sano mentalmente, debía evadir este proceso doloroso.

En el mes de mayo del 2016 perdí a una persona muy especial, y escribí un artículo intitulado LA MUERTE NO EXISTE. Y como la vida es una rueda de la fortuna, acabo de perder a otra gran amiga y una maravillosa vecina.

Cuando recién me enteré en ambos casos, caí en el shock inicial y la fase de negación del proceso de duelo. Fue inesperado, pero “si estaban bien cuando hablamos o la vi unos días antes.” La negación nos dice: “No puedo creerlo, simplemente, aun no lo asimilo. Se me hace irreal y quisiera que solo fuese un mal sueño.” Hoy sé que se fueron, pero aun extraño mucho su voz y sonrisas. Cada vez que paso por la casa de mi vecina, pienso “Ya nada aquí es igual sin ella.”

Al pensar y sentir el duelo, deseo escribir sobre éste para todas las personas que han perdido o perderán a alguien en su vida. Pero también los duelos sobrevienen por cualquier tipo de pérdida.

Muchas personas que me consultan por ansiedad y/o depresión traen consigo más de un duelo inconcluso. No se han percatado que las pérdidas a lo largo de la vida ocasionan duelos que representan círculos abiertos hasta que no lleguen a completarlos, lo que forzosamente implicará la aceptación de la pérdida. Muchas personas sufren de ataques de ansiedad o depresión severa, debido a duelos que no se completaron. Con frecuencia las personas arrastran duelos no resueltos desde su infancia, que se agregan a las pérdidas posteriores.  Estas personas viven con melancolía, sin llegar a sentirse realmente felices.

Si las personas supieran que todas las pérdidas generan un duelo, podrían reconocer y aceptar las emociones que sienten sin reprimirlas o evitarlas.

El duelo por consiguiente produce dolor emocional que sana con el tiempo, con ayuda de las lágrimas. De saberlo, espero les será más fácil permitirse llorar sin avergonzarse. Lo que más tortura es no haberle dicho a la persona lo mucho que la amábamos. Toda clase de emociones se aglutinan, enojo, tristeza, nostalgia, dolor, ansiedad y angustia.  

Si todas las personas supieran que los duelos no se pueden evitar, pero qué si se pueden perpetuar toda una vida, acudirían a un especialista lo antes posible. Si pasan 2 meses y las personas se sienten rebasadas por las emociones, imposibilitadas de llegar a la aceptación por sí mismos, debían acudir a un profesional de la salud.   

Nuestros abuelos y padres no sabían nada de la Tanatología, por lo tanto, ante una pérdida no sabían cómo apoyarnos. Las personas morían y los demás debían aceptarlo, sin llorar, sin reclamos ni quejas. Algunas otras trataban de olvidar al ser querido difunto hasta desaparecerlo de su vida, de tal forma, que no se les podía hablar de esa persona. Tal vez rumiaban su muerte a solas, en la obscuridad de la noche cuando creían que nadie les escuchaba. Y ¿qué sucedió con estas personas? Terminaron con problemas cardíacos o pulmonares.

Como profesional de la salud, ahora estoy convencida que el evitar enfrentar una pérdida únicamente llevará a la enfermedad (depresión, ansiedad), tal vez física también, manifestándose con problemas serios de salud.


 Foto de Mike Greer

EL PROCESO DE DUELO (Tomado de Manejo de emociones en la Mujer, Bertha Vasconcelos, Editorial Trillas)

Muchas personas ignoran que a toda pérdida sobreviene naturalmente un duelo, el cual requerirá ser elaborado de manera completa para que la persona se sienta mejor y recupere su bienestar emocional. De lo contrario, podría desarrollarse una depresión con la sensación de malestar por varios años más. La percepción de pérdida puede darse desde el extravío de un objeto valorado hasta la muerte de un ser querido, pasando por cualquier tipo de pérdida, como un sueño, una relación, el trabajo, la salud, una amistad, una mascota, dinero, un nivel o estilo de vida, cambio de residencia, etc.  

Algunas personas en proceso de duelo presentan síntomas que son característicos de la depresión, como los sentimientos de tristeza, insomnio, falta de apetito, pérdida de peso, entre otros. Sin embargo, no se puede diagnosticar un trastorno depresivo mayor a menos que estos síntomas se mantengan por más de dos meses después de la pérdida y presente síntomas que no son propios del duelo normal, como deseos de morir, deterioro laboral, letargo u otro que impida a la persona realizar sus actividades de manera normal. Por ello, es importante diferenciar la reacción natural del duelo a la depresión mayor.

El duelo es un proceso, por lo que no se le puede apresurar; su duración y expresión dependerá de las diferencias culturales. Los familiares y amigos necesitan saber lo anterior para tener paciencia y comprender a la persona afligida hasta la resolución de su duelo. He sabido de personas que se les dificulta aceptar las reacciones de duelo de miembros de su familia, como si éstas fuesen signo de debilidad o se fingieran para llamar la atención. A ellas les recuerdo que a toda pérdida naturalmente sobreviene un duelo. Los dolientes requieren empatía y compasión para que puedan elaborar su duelo de manera completa, y debido a la falta de éstas dentro de una cultura hedonista y vacía como la que vivimos es que tantas personas no encuentran las circunstancias para lograrlo. Desgraciadamente, el no elaborar duelos completos puede conducir más fácilmente a sufrir depresión, que se prolonga en el tiempo, o bien, a elaborar el duelo después de varios años. Me alegra que hoy en día la tanatología haya cobrado tanta atención y difusión a fin de ayudar a los dolientes. El bienestar emocional y la salud mental requieren que elaboremos nuestros duelos de manera completa, por lo que considero que la tanatología se convierte en una buena medida de prevención de enfermedades mentales, como la ansiedad y la depresión.   

Para Isa Fonnegra de Jaramillo el duelo es “un proceso activo (y no un estado) de adaptación ante la pérdida de un ser amado, u objeto o un evento significativo, que involucra las reacciones de tipo físico, emocional, familiar, conductual, social y espiritual que se presentan como respuesta a él (p. 165).” Elaborar el duelo describe las acciones después de la muerte o pérdida que el doliente emprende de manera responsable y a voluntad. Para Judith Viorst, las pérdidas son parte de la vida, y son necesarias para vivir y crecer. No hay forma de evitarlas, mientras estemos vivos experimentaremos pérdidas de toda índole.

La muerte de un ser querido es un evento muy estresante para el que lo vive, y conlleva sentir una mezcla de diversas emociones en el doliente, difíciles de aislar y asimilar. En la mayoría de los casos, es experimentada por el sobreviviente como un abandono, quien puede sentirse culpable o avergonzado por sentirse abandonado. Aunque he comprobado personalmente y como profesional, basada en literatura, que el enojarse con el ser querido que se ha ido, mueve un duelo añejo hacia la aceptación final. No se espante, ya he hablado mucho en este blog acerca de la emoción del enojo como una emoción racional y funcional (que no llega a la hostilidad). Me refiero a poder preguntarle a ese ser amado en tono de reclamo: “¿Por qué te fuiste?” “¿Por qué me dejaste solo(a)?”

FASES DEL DUELO (Tomado de Manejo de emociones en la Mujer, Bertha Vasconcelos)

Las etapas del proceso de duelo que fueron observadas por la Dra. Kübler-Ross y explicadas por Jaramillo:

  1.  Negación. Reacción inicial de shock e incredulidad que responde a la afirmación: “No puede ser” “Quizá sea un error” “No me puede ocurrir a mí” “No puedo creerlo”
  2.  Enojo. Ira y/o irritabilidad que denota inconformidad: “¿Por qué a mí?” Simplemente se puede sentir intolerante e impaciente antes ciertas personas o situaciones.
  3. Tristeza y depresión. Se da cuando la persona comienza a aceptar que no hay forma de cambiar la situación.
  4. Negociación. Negociar con Dios o la vida. Algunos le llaman regatear por el término en inglés “Bargaining.” Se empieza a ver lo positivo, las ganancias o la luz al final del túnel.
  5.  Aceptación pacífica. Finalmente se acepta la pérdida por completo y se puede comenzar una nueva vida.

Dichas etapas no necesariamente transcurren en el mismo orden, sin embargo, están presentes durante todo proceso de duelo. Digamos que pueden empalmarse unas con otras hasta su resolución.

Según los doctores Lazarus, la tristeza surge cuando la persona deja de negar o protestar por la perdida, y finalmente la acepta o se resigna. Sin embargo, establecen una sutil diferencia entre la aceptación y la resignación. Resignarse es reconocer la pérdida, pero con renuencia, mientras que aceptarla sería llegar a un acuerdo con ella que le permitirá dejar de sentirse enormemente acongojada.  

Cuando una persona enfrenta una pérdida irreparable usualmente no la acepta, luchará para recuperar lo perdido y experimentará “una mezcla de enojo, ansiedad, culpabilidad y a veces vergüenza, envidia, celos y esperanza, [que] son las emociones principales de la protesta (Lazarus y Lazarus, 2000, p. 108).” A fin de evitar estas emociones se requiere aceptar la pérdida como irrevocable lo más pronto  posible, aunque es un proceso que llevará su tiempo elaborar. 

La elaboración del duelo es una forma de afrontamiento que permite que las personas superen el intenso dolor, el llanto sin consuelo y/o la culpa que carcome, cada vez que hablan o recuerdan al ser querido. Es importante que el doliente pueda expresar sus sentimientos en un clima de respeto y aceptación, ya que la supresión de emociones puede provocar problemas de salud o depresión a mediano plazo. 

“Tarde o temprano el duelo llegará al final, a pesar de los sentimientos de gran tristeza que regresan con motivo de los aniversarios o las festividades y el ser querido ya no está, y esto es cuando aceptamos la pérdida, nos adaptamos y nos recuperamos (Viorst, 1990, p. 261).” El fin del duelo no es fácil ni es rápido, ayuda saber que es un proceso que llevará tiempo y poco a poco se irá sanando. El tiempo es el mejor aliado para superar las pérdidas más dolorosas.

La gran verdad que podemos aseverar cuando hablamos de duelo es que nunca nada volverá a ser igual que antes. Durante el primer año la confusión es más acentuada y el dolor mucho más intenso que los años por venir. En mi experiencia personal y de mis pacientes, el primer mes y el primer año son los más dolorosos; es hasta el segundo año que comienza la reconstrucción, regresa poco a poco el deseo de volver a la vida.

Foto de Jasmin Chew

Bibliografía

  • Jaramillo, I. Fonnegra de. (2001). De cara a la muerte. México: Andrés Bello
  • Lazarus, R. y Lazarus, B. (2000). Pasión y razón. Barcelona, España: Paidós
  • Viorst, J. (1990). El precio de la vida. Buenos Aires, Argentina: Emecé Editores
  • Kübler-Ross, E. (2010). Sobre la muerte y los moribundos. México: Debolsillo

 

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