Bertha Vasconcelos
Foto de RODNAE Productions
Por más que quisiera no puedo evitar sentir el duelo. Y es que nadie, si quiere mantenerse sano mentalmente, debía evadir este proceso doloroso.
En
el mes de mayo del 2016 perdí a una persona muy especial, y escribí un artículo
intitulado LA MUERTE NO EXISTE. Y como la vida es una rueda de la fortuna, acabo
de perder a otra gran amiga y una maravillosa vecina.
Cuando
recién me enteré en ambos casos, caí en el shock inicial y la fase de negación
del proceso de duelo. Fue inesperado, pero “si estaban bien cuando hablamos o la
vi unos días antes.” La negación nos dice: “No puedo creerlo, simplemente, aun
no lo asimilo. Se me hace irreal y quisiera que solo fuese un mal sueño.” Hoy
sé que se fueron, pero aun extraño mucho su voz y sonrisas. Cada vez que paso
por la casa de mi vecina, pienso “Ya nada aquí es igual sin ella.”
Al pensar y sentir el duelo, deseo escribir
sobre éste para todas las personas que han perdido o perderán a alguien en su
vida. Pero también los duelos sobrevienen por cualquier tipo de pérdida.
Muchas
personas que me consultan por ansiedad y/o depresión traen consigo más de un
duelo inconcluso. No se han percatado que las pérdidas a lo largo de la vida
ocasionan duelos que representan círculos abiertos hasta que no lleguen a completarlos,
lo que forzosamente implicará la aceptación de la pérdida. Muchas personas
sufren de ataques de ansiedad o depresión severa, debido a duelos que no se
completaron. Con frecuencia las personas arrastran duelos no resueltos desde su
infancia, que se agregan a las pérdidas posteriores. Estas personas viven con melancolía, sin
llegar a sentirse realmente felices.
Si
las personas supieran que todas las pérdidas generan un duelo, podrían
reconocer y aceptar las emociones que sienten sin reprimirlas o evitarlas.
El
duelo por consiguiente produce dolor emocional que sana con el tiempo, con
ayuda de las lágrimas. De saberlo, espero les será más fácil permitirse llorar
sin avergonzarse. Lo que más tortura es no haberle dicho a la persona lo mucho
que la amábamos. Toda clase de emociones se aglutinan, enojo, tristeza, nostalgia,
dolor, ansiedad y angustia.
Si
todas las personas supieran que los duelos no se pueden evitar, pero qué si se
pueden perpetuar toda una vida, acudirían a un especialista lo antes posible.
Si pasan 2 meses y las personas se sienten rebasadas por las emociones,
imposibilitadas de llegar a la aceptación por sí mismos, debían acudir a un
profesional de la salud.
Nuestros
abuelos y padres no sabían nada de la Tanatología, por lo tanto, ante una
pérdida no sabían cómo apoyarnos. Las personas morían y los demás debían
aceptarlo, sin llorar, sin reclamos ni quejas. Algunas otras trataban de
olvidar al ser querido difunto hasta desaparecerlo de su vida, de tal forma,
que no se les podía hablar de esa persona. Tal vez rumiaban su muerte a solas,
en la obscuridad de la noche cuando creían que nadie les escuchaba. Y ¿qué
sucedió con estas personas? Terminaron con problemas cardíacos o pulmonares.
Como
profesional de la salud, ahora estoy convencida que el evitar enfrentar una
pérdida únicamente llevará a la enfermedad (depresión, ansiedad), tal vez
física también, manifestándose con problemas serios de salud.
EL PROCESO DE DUELO (Tomado de Manejo de emociones en la Mujer, Bertha Vasconcelos, Editorial Trillas)
Muchas personas ignoran que a toda pérdida
sobreviene naturalmente un duelo, el cual requerirá ser elaborado de manera
completa para que la persona se sienta mejor y recupere su bienestar emocional.
De lo contrario, podría desarrollarse una depresión con la sensación de
malestar por varios años más. La percepción de pérdida puede darse desde el
extravío de un objeto valorado hasta la muerte de un ser querido, pasando por
cualquier tipo de pérdida, como un sueño, una relación, el trabajo, la salud,
una amistad, una mascota, dinero, un nivel o estilo de vida, cambio de
residencia, etc.
Algunas personas en proceso de duelo presentan
síntomas que son característicos de la depresión, como los sentimientos de
tristeza, insomnio, falta de apetito, pérdida de peso, entre otros. Sin
embargo, no se puede diagnosticar un trastorno depresivo mayor a menos que
estos síntomas se mantengan por más de dos meses después de la pérdida y
presente síntomas que no son propios del duelo normal, como deseos
de morir, deterioro laboral, letargo u otro que impida a la persona realizar
sus actividades de manera normal. Por ello, es importante diferenciar la
reacción natural del duelo a la depresión mayor.
El duelo es un proceso, por lo que no se le puede
apresurar; su duración y expresión dependerá de las diferencias culturales. Los
familiares y amigos necesitan saber lo anterior para tener paciencia y
comprender a la persona afligida hasta la resolución de su duelo. He sabido de
personas que se les dificulta aceptar las reacciones de duelo de miembros de su
familia, como si éstas fuesen signo de debilidad o se fingieran para llamar la
atención. A ellas les recuerdo que a toda pérdida naturalmente sobreviene un
duelo. Los dolientes requieren empatía y compasión para que puedan elaborar su
duelo de manera completa, y debido a
la falta de éstas dentro de una cultura hedonista y vacía como la que vivimos
es que tantas personas no encuentran las circunstancias para lograrlo.
Desgraciadamente, el no elaborar duelos completos puede conducir más fácilmente
a sufrir depresión, que se prolonga en el tiempo, o bien, a elaborar el duelo
después de varios años. Me alegra que hoy en día la tanatología haya cobrado
tanta atención y difusión a fin de ayudar a los dolientes. El bienestar
emocional y la salud mental requieren que elaboremos nuestros duelos de manera
completa, por lo que considero que la tanatología se convierte en una buena
medida de prevención de enfermedades mentales, como la ansiedad y la depresión.
Para Isa Fonnegra de Jaramillo el duelo es “un
proceso activo (y no un estado) de adaptación ante la pérdida de un ser amado,
u objeto o un evento significativo, que involucra las reacciones de tipo
físico, emocional, familiar, conductual, social y espiritual que se presentan
como respuesta a él (p. 165).” Elaborar el duelo describe las acciones después
de la muerte o pérdida que el doliente emprende de manera responsable y a
voluntad. Para Judith Viorst, las pérdidas son parte de la vida, y son necesarias
para vivir y crecer. No hay forma de evitarlas, mientras estemos vivos
experimentaremos pérdidas de toda índole.
La muerte de un ser querido es un evento muy
estresante para el que lo vive, y conlleva sentir una mezcla de diversas
emociones en el doliente, difíciles de aislar y asimilar. En la mayoría de los
casos, es experimentada por el sobreviviente como un abandono, quien puede
sentirse culpable o avergonzado por sentirse abandonado. Aunque he comprobado
personalmente y como profesional, basada en literatura, que el enojarse con el
ser querido que se ha ido, mueve un duelo añejo hacia la aceptación final. No
se espante, ya he hablado mucho en este blog acerca de la emoción del enojo
como una emoción racional y funcional (que no llega a la hostilidad). Me
refiero a poder preguntarle a ese ser amado en tono de reclamo: “¿Por qué te
fuiste?” “¿Por qué me dejaste solo(a)?”
FASES DEL DUELO (Tomado de Manejo de emociones en la Mujer, Bertha Vasconcelos)
Las etapas del proceso de duelo que fueron observadas
por la Dra. Kübler-Ross y explicadas por Jaramillo:
- Negación. Reacción inicial de shock e incredulidad que responde a la afirmación: “No puede ser” “Quizá sea un error” “No me puede ocurrir a mí” “No puedo creerlo”
- Enojo. Ira y/o irritabilidad que denota inconformidad: “¿Por qué a mí?” Simplemente se puede sentir intolerante e impaciente antes ciertas personas o situaciones.
- Tristeza y depresión. Se da cuando la persona comienza a aceptar que no hay forma de cambiar la situación.
- Negociación. Negociar con Dios o la vida. Algunos le llaman regatear por el término en inglés “Bargaining.” Se empieza a ver lo positivo, las ganancias o la luz al final del túnel.
- Aceptación pacífica. Finalmente se acepta la pérdida por completo y se puede comenzar una nueva vida.
Dichas etapas no necesariamente transcurren en el
mismo orden, sin embargo, están presentes durante todo proceso de duelo. Digamos
que pueden empalmarse unas con otras hasta su resolución.
Según los doctores Lazarus, la tristeza surge
cuando la persona deja de negar o protestar por la perdida, y finalmente la
acepta o se resigna. Sin embargo, establecen una sutil diferencia entre la
aceptación y la resignación. Resignarse es reconocer la pérdida, pero con
renuencia, mientras que aceptarla sería llegar a un acuerdo con ella que le
permitirá dejar de sentirse enormemente acongojada.
Cuando una persona enfrenta una pérdida irreparable usualmente no la acepta, luchará para recuperar lo perdido y experimentará “una mezcla de enojo, ansiedad, culpabilidad y a veces vergüenza, envidia, celos y esperanza, [que] son las emociones principales de la protesta (Lazarus y Lazarus, 2000, p. 108).” A fin de evitar estas emociones se requiere aceptar la pérdida como irrevocable lo más pronto posible, aunque es un proceso que llevará su tiempo elaborar.
La elaboración del duelo es una forma de afrontamiento que permite que las personas superen el intenso dolor, el llanto sin consuelo y/o la culpa que carcome, cada vez que hablan o recuerdan al ser querido. Es importante que el doliente pueda expresar sus sentimientos en un clima de respeto y aceptación, ya que la supresión de emociones puede provocar problemas de salud o depresión a mediano plazo.
“Tarde o temprano el duelo llegará al final, a
pesar de los sentimientos de gran tristeza que regresan con motivo de los
aniversarios o las festividades y el ser querido ya no está, y esto es cuando
aceptamos la pérdida, nos adaptamos y nos recuperamos (Viorst, 1990, p. 261).”
El fin del duelo no es fácil ni es rápido, ayuda saber que es un proceso que
llevará tiempo y poco a poco se irá sanando. El tiempo es el mejor aliado para
superar las pérdidas más dolorosas.
La gran
verdad que podemos aseverar cuando hablamos de duelo es que nunca nada volverá a
ser igual que antes. Durante el primer año la confusión es más acentuada y el
dolor mucho más intenso que los años por venir. En mi experiencia personal y de
mis pacientes, el primer mes y el primer año son los más dolorosos; es hasta el
segundo año que comienza la reconstrucción, regresa poco a poco el deseo de
volver a la vida.
Foto de Jasmin Chew
Bibliografía
- Jaramillo, I. Fonnegra de. (2001). De cara a la muerte. México: Andrés Bello
- Lazarus, R. y Lazarus, B. (2000). Pasión y razón. Barcelona, España: Paidós
- Viorst, J. (1990). El precio de la vida. Buenos Aires, Argentina: Emecé Editores
- Kübler-Ross, E. (2010). Sobre la muerte y los moribundos. México: Debolsillo
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